Desde
la psicología, Gordon Wells (1987) explora el concepto de lo escrito e
identifica cuatro niveles de uso, que no se deben considerar exactamente
funciones en el sentido lingüístico: ejecutivo, funcional, instrumental y
epistémico.
En
el caso de Gordon Wells se nota algún influjo de lo más serio del
posestructuralista y luego protoposmodernista Michel Foucault quien había por
su parte, abrevado y luego aparentemente repudiado los influjos de Claude
Lévi-Strauss, de Jacques Lacan e incluso quizás algo de los obras La
imaginación y Lo imaginario del existencialista-racionalista Jean-Paul Sartre.
El
más básico es el ejecutivo, que se refiere al control del código escrito, a la
capacidad de codificar y descodificar signos gráficos.
El
funcional incluye la comunicación interpersonal y exige el conocimiento de los
diferentes contextos, géneros y registros en que se usa la escritura.
El
instrumental corresponde al uso de la lectoescritura como vehículo para acceder
al conocimiento científico y disciplinario.
Y
el epistémico se refiere al uso más desarrollado cognitivamente, en el que el
autor, al escribir, transforma el conocimiento desde su experiencia personal y
crea ideas.
Después
de estas consideraciones, podemos distinguir y clasificar los siguientes tipos
de funciones:
La
primera distinción será entre usos individuales (intrapersonales) o sociales
(interpersonales):
Intrapersonales
el autor del escrito y su
destinatario son la misma persona. Las principales funciones son:
Registrativa:
La escritura
permite guardar información sin límite de cantidad o duración. Se trata de la
función mnemotécnica más básica que utilizamos corrientemente cuando anotamos
direcciones y teléfonos, compromisos en agendas o ideas que se nos ocurren en
un momento imprevisto. Requiere dominio del código escrito y su correspondencia
con los sonidos.
Manipulativa:
Al ser
bidireccional y planificada, la escritura facilita la reformulación de los
enunciados, según las necesidades y las circunstancias. No siempre reproducimos
literalmente lo escuchado, leído, visto o pensado. Escribir permite elaborar la
información. Así preparamos el guion de una charla, etc.
Epistémica:
Subiendo otro
peldaño del desarrollo cognitivo, la manipulación de datos permite al autor
generar opiniones e ideas que no existían antes de iniciar la actividad
escritora. Escribir se convierte en una potente herramienta de creación y
aprendizaje de conocimientos nuevos. Todos hemos experimentado el poder
epistémico de la escritura en situaciones cotidianas. Al tener que explicar por
carta a un amigo una situación complicada o comprometida.
Interpersonales: El
autor escribe para otros: un lector conocido o no, un grupo, una asociación,
una comunidad lingüística, etc. La escritura se convierte en un instrumento de
actuación social para informar, influir, ordenar, etc. Aquí también
distinguimos varias funciones:
Comunicativa:
La escritura permite
interactuar con el prójimo en circunstancias nuevas: en diferentes lugares y
tiempos, cuando lo escrito resulta más preciso o cortés. Esta función exige
dominar los rasgos discursivos y gramaticales propios de cada género y tipo de
texto.
Organizativa:
Desarrolla
funciones ordenadoras, certificadoras o administradoras. Lo escrito garantiza
derechos y deberes de la ciudadanía, informa al público lector, garantiza
derechos al trabajador, etc.
Finalmente, la última
función que participa de los usos intrapersonales tanto como de los
interpersonales es la estética o lúdica. En cualquier situación, la escritura
posee una dimensión placentera o de diversión.
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